Resumen
En este artículo, comparto algunos puntos en favor de la inclusión de las categorías gramaticales como marcas lexicográfícas en los diccionarios. El texto está basado en el capítulo “Las categorías gramaticales en el diccionario” de María Bargalló Escrivá (2024), publicado en Lexicografía hispánica. The Routledge Handbook of Spanish Lexicography de S. Torner, P. Battaner e I. Renau (eds.). Routledge. En este capítulo, se abordan tres temas: la importancia de las categorías gramaticales en la lexicografía, las posibilidades de su inclusión en la estructura del diccionario y su incidencia en el contenido de éste. En cuanto al fondo, la reflexión se despliega a través de una discusión teórica de tres campos: la lingüística, la lexicografía y la metalexicografía.
Introducción
En la primera parte del capítulo, leemos una breve descripción sobre el debate disciplinar que desde la lingüística se ha dado en torno a las categorías gramaticales. ¿Cuántas y cuáles son? La cuestión no es solo definir cuántas y cuáles hay, sino sus funciones, límites y alcances, sobre todo en lo que respecta a sus subclasificaciones. De cualquier modo, es un hecho que son fundamentales para la confección lexicográfica.
Una prueba de esto es que las categorías gramaticales tienen un término particular para su inclusión y uso en los diccionarios: marca gramatical. Esto es así en la práctica lexicográfíca pero, se lee a lo largo del capítulo, tiene un constante contrapunto en las discusiones que abre la metalexicografía, cuyo enfoque predominante da prioridad a la experiencia del usuario, y defiende la independencia de la lexicografía de la lingüística.
En este sentido, Bargalló enfatiza que las marcas gramaticales sí cumplen una función para el usuario, pero una función informativa lexicográfica y lingüística. Citando a Ahumada, quien se refiere a que el uso de las marcas gramaticales es el cordón umbilical que une al diccionario con el sistema lingüístico (1989, 78), la autora sostiene que estas marcas son, junto a la entrada (el lema, la palabra [unidad léxica]) y la definición, las tres partes fundamentales de la estructura mínima del artículo (2024, 41), es decir, los tres elementos básicos de la microestructura, como en este ejemplo del Diccionario de la Lengua Española (DLE 2024):
dantesco, ca [unidad léxica]
tr. [marca gramatical]
Perteneciente o relativo a Dante, poeta toscano, o a su obra. La poesía dantesca [definición, en este caso, la primera de tres que ofrece el DLE]
Actualmente, no hay consenso general en torno a esta postura, pues, por otro lado, hay quienes sostienen que las abreviaturas que dan información gramatical en los lemas contaminan la microestructura del diccionario. De todo esto da cuenta Bargalló, quien, citando a Gili (1987, XXXV) plantea que “un diccionario no puede ser una gramática por orden alfabético”, y nuevamente recurre a la metalexicografía para plantear la cuestión de cuánta gramática debe incluirse en un diccionario.
Las categorías gramaticales en la microestructura y en la macroestructura
En este punto, la discusión ya no se trata solo de la cantidad de gramática que puede concentrar un diccionario, sino de su fundamento en el diseño y el uso lexicográfico. En favor de su inclusión se puede afirmar que las marcas lexicográficas cumplen una función que no es solo lingüística sino estrictamente lexicográfica: la que ayuda a tomar decisiones sobre la homonimia, la polisemia y la estructura básica de la microestructura de la obra.
Retomando el ejemplo de dantesco, ca: el hecho de que su entrada tenga un solo lema y tres definiciones quiere decir que en ese lema están incluidas las tres acepciones de dantesco, ca —al menos las tres que recoge el DLE— como adjetivo. No ocurre lo mismo con poder, que en el DLE tiene dos entradas diferentes (señaladas con un superíndice numérico): una, la primera, para su lematización como v. tr. e intr., y otra, la segunda, para su lematización como nombre m. En ambos casos, la información que brinda la marca gramatical es valiosa pues, además de las definiciones, este diccionario y muchos otros dan ejemplos, sinónimos, antónimos, conjugaciones e información de registro y de relaciones de construcción sintagmática y paradigmática.
Esta toma de decisiones tiene muchas implicaciones que determinan el curso del diccionario: desde la confección del lemario o macroestructura, hasta el desglose y detalle que se brindará en la microestructura de cada entrada. Uno de los apartados más importantes e ignorados de los diccionarios es la introducción o el prólogo; de hecho, hay introducciones valiosísimas como la del Diccionario de Autoridades que, además de la información del contexto y la realización de la obra, contiene información muy relevante sobre las autoridades a las que hace referencia, abarcando nombres y obras de un periodo de más de tres siglos.
En este sentido, las introducciones o prólogos de los diccionarios, como dice Bargalló, adquieren buena parte de su sentido y función a partir de la explicación de las informaciones gramaticales que contienen, marcando, incluso, ciertos tipos de paradigmas o rutas orientadoras para los especialistas. Ejemplo de lo anterior, cita, es el apartado explicativo del Clave. Diccionario de uso del español actual (1996) en el que se detalla que el orden de las acepciones de cada lema sigue el orden de esta jerarquía: “adjetivo; adjetivo/sustantivo; sustantivo: común, ambiguo, masculino, masculino plural, femenino, femenino plural; verbo; verbo pronominal; adverbio; conjunción; preposición, e interjección” (Clave 1996, 18, citado en Bargalló 2024, 47).
Esta jerarquización tampoco es absoluta ni está exenta de cuestionamientos y nuevamente parte de estos derivan de la metalexicografía. En este caso, además, se cuestiona y contrasta la efectividad de las categorías y marcas gramaticales de los diccionarios monolingües del español frente a los anglosajones destinados al aprendizaje, en los que, dice la autora:
[…] se ordenan las acepciones teniendo en cuenta, […] la frecuencia de un determinado sentido y, de manera más específica, la semántica de la unidad léxica, dado que tales opciones pueden ayudar de manera más clara al usuario a localizar el significado que está buscando dentro de un contexto determinado (Bargalló 2024, 47).
Si el orden de las acepciones depende de la frecuencia —en los casos de esta irrupción polisémica—, deberemos cuestionarnos los objetivos y fines del proyecto lexicográfico y tratar de prever, en la medida de lo posible, sus consecuencias. En el núcleo, me parece, está la evaluación de la pertinencia de anteponer la frecuencia a la categoría y sus impactos comunicativos y hasta didácticos. Por ejemplo, el caso de presidenta. El DLE pone como primera acepción la que sigue:
1. adj. p. us. Que preside.
Pongo este ejemplo porque creo que en el DLE se resuelve de manera práctica la cuestión de la flexión de género de presidente —tan polémica—, y si uno busca presidenta, lo que se nos muestra es presidente, ta. Luego se da la siguiente explicación:
De presidir y -nte; lat. praesĭdens, -entis.
En acep. 1, u. solo la forma presidente; para el f., u. algunas veces presidente en aceps. 2 y 3.
Estas son las acepciones 2 y 3:
2. m. y f. Persona que preside un Gobierno, consejo, tribunal, junta, sociedad, acto, etc.
Sin.: director, dirigente, gobernante, mandatario, jefe, cabeza, autoridad, guía, principal, árbitro, cabecilla, administrador, presi.
3. m. y f. En los regímenes republicanos, jefe del Estado normalmente elegido por un plazo fijo.
Sin.: presi, gobernante, jefe, dirigente.
Quizá no sea frecuente todavía, pero algún hablante podría señalar que presidenta también hace referencia a alguien que preside y no habría que remitir a segundas o terceras acepciones para definir una unidad cuya lexicalización hace referencia a una mujer que preside un gobierno o es jefa de Estado de un régimen republicano. De hecho, y creo que atinadamente, las dos marcas del lema (adj. p. us.) muestran una salida a esta discusión pero no una solución; por su frecuencia, esa acepción no debería ser la primera, y quizá por su clase de palabra tampoco.
La primera acepción está marcada como adjetivo y las dos posteriores como nombres masculinos y femeninos. Esto último remite nuevamente a una de las discusiones fundamentales que se han dado en torno a la macroclase nombre, tanto en la lingüística como en la lexicografía hispánicas desde el siglo XVIII, en el contexto de institucionalización de la lexicografía española académica:
[…] en cuanto a las clases de palabras, se ha producido la separación, dentro de la categoría inicial de ‘nombre’, entre ‘sustantivo’ y ‘adjetivo’, de manera que hasta principios del siglo XX aún se sigue utilizando la macroclase ‘nombre’, tal como indica Calero Vaquera (1986, p. 67), mientras que “la RAE no aceptó el adjetivo como clase independiente de palabras hasta la 12.ª edición de su gramática en 1870″ (2024, 39).
Este cambio en la gramática y su reflejo en la lexicografía es una razón de peso para defender la inclusión de la información gramatical en los diccionarios. Creo que ni siquiera la carga visual de la marca gráfica en la microestructura justificaría su exclusión. De hecho, las abreviaturas y su sistematización también son un logro de la gramática y, por lo tanto, de la lengua, y su uso informativo y explicativo son, sostengo, defendibles.
Conclusión
Me parece que uno de los aspectos más enriquecedores de esta discusión es el de la frecuente reflexión que la lexicografía ha tenido que hacer, como campo, sobre sí misma. La evidente diversidad y complejidad del lenguaje —notoria, por ejemplo, en las diferentes unidades léxicas y en sus definiciones— nos lleva a no perder de vista que su registro en glosarios, diccionarios o tesauros no es un proceso fácil de realizar.
Una parte importante de este proceso es la definición, desde el diseño de la planta o proyecto de los diccionarios, del propósito y función de la obra. Como se ha visto, esta definición, aunque está orientada a fines prácticos, tiene componentes teóricos fundamentales que no pueden ser obviados. Hasta el día de hoy, estos componentes teóricos derivan, sin lugar a dudas de las propias fuentes teóricas de la lexicografía y de la metalexicografía pero, sobre todo, de la lingüística.
Finalmente, y precisamente con respecto a esto último, sigue abierta la cuestión acerca de qué tan fecunda puede llegar a ser la relación entre lexicografía y metalexicografía, sobre todo en cuanto a que ésta, desde su perspectiva funcional, busca marcar límites claros y quién sabe si definitivos entre la primera y la lingüística.
Referencias
Bargalló Escrivá, María. “Las categorías gramaticales en el diccionario”. Lexicografía hispánica. The Routledge Handbook of Spanish Lexicography. Sergi Torner, Paz Battaner e Irene Renau (editores), Routledge, 2024, 38-50.
RAE. Diccionario de la Lengua Española (DLE). Madrid: RAE, 2019. En línea.
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